Eduardo
Mendoza es
el ganador del Premio Cervantes 2016, el máximo galardón de las
letras españolas.
El
Cervantes, creado en 1975 por el Ministerio de Cultura, reconoce la
trayectoria de un escritor que con el conjunto de su obra haya
contribuido a enriquecer el legado literario hispano.
Mendoza
(Barcelona, 1943) inició su carrera literaria en 1975, con la
publicación de La
verdad sobre el caso Savolta,
que recibió el Premio de la Crítica. Desde entonces ha publicado 15
novelas, dos libros de relatos, dos obras de teatro y cuatro ensayos.
El jurado, según recoge el acta, le ha otorgado el premio “porque,
con la publicación en 1975 de La
verdad sobre el caso Savolta,
inaugura una nueva etapa de la narrativa española en la que se
devolvió al lector el goce por el relato y el interés por la
historia que se cuenta, que ha mantenido a lo largo de su brillante
carrera como novelista". Eduardo Mendoza, continúa el
comunicado, "en la estela de la mejor tradición cervantina,
posee una lengua literaria llena de sutilezas e ironía, algo que el
gran público y la crítica siempre supieron reconocer, además de su
extraordinaria proyección internacional".
DESDE LA BIBLIOTECA ESTE HOMENAJE A UN GRAN ESCRITOR. ACÉRCATE A SU OBRA LLEVÁNDOTE SUS NOVELAS EN PRÉSTAMO.
«En
aquella época me entretenía leer novelas policíacas. Acababa de
leer una de Ross McDonald cuyo nombre no recuerdo, y tuve el capricho
de seguir sus pasos a mi manera, más como un homenaje que como
parodia. Así empecé y acabé, casi de un tirón, en el plazo de una
semana, El misterio de la cripta embrujada. Nunca más he vuelto a
escribir con tanta despreocupación ni con tanto placer ni con tanto
aprovechamiento de las horas.» Eduardo MendozaLas enigmáticas
desapariciones de niñas del colegio de las madres lazaristas de San
Gervasio son el punto de inicio de la aventura indagatoria que tiene
como protagonista a un cliente del manicomio, quien, obligado a
convertirse en investigador, se verá envuelto en toda clase de
percances de los que logrará salir llevando a cabo su cometido y
descubriendo una intrincada farsa de gente pudiente. Aparentemente
nivelada y lisa, la escritura de Mendoza constituye un espléndido
ejemplo de investigación literaria personal, ajena a todo mimetismo,
que ahonda en las posibilidades de volver del revés, sin
infringirlas a primera vista, las posibilidades del relato
tradicional, e indagar así, como un buen detective, o como un
personaje de Henry James en el dibujo que se nos muestra al dorso del
tapiz de la trama. Una farsa burlesca y una sátira moral y social
que tiene sus raíces últimas en la picaresca y en el modelo
cervantino.
«El
planteamiento de El laberinto de las aceitunas es tan absurdo que
permite cualquier atentado contra las normas del realismo, e incluso
de la verosimilitud, como, por ejemplo, que sea el propio detective
loco quien cuente su aventura en un estilo heterodoxo, vulgar y
culterano. Huelga decir que se trata de un relato humorístico,
remotamente emparentado con la literatura picaresca y el esperpento.»
Eduardo Mendoza El laberinto de las aceitunas sitúa nuevamente en el
centro de una espiral de intriga al detective manicomial y paródico
que protagonizará El misterio de la cripta embrujada. Arrastrado por
el azar más disparatado, en esta ocasión ha de enfrentarse a una
desconocida red de maleantes que a toda costa trata de recuperar un
maletín repleto de dinero y perdido en curiosas circunstancias. No
es menos deslumbrante aquí que en sus obras anteriores la capacidad
de Eduardo Mendoza para la escritura que contiene en sí su propia
caricatura, a la vez que la de un género, el policiaco, y la de una
sociedad multiforme, ridícula y degradante que sólo puede ser
reconocida a través de los más variados registros expresivos. Pero
su imaginación literaria va esta vez todavía más lejos: en un
triple salto mortal llega, por la distorsión de la peripecia
policial, no ya al reino del humor y el absurdo, sino al de la
fabulación que roza, tras lo esperpéntico, el área del prodigio
surreal.
Un
inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid
convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro
desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de
Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para
favorecer un cambio político crucial en la Historia de España.
Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen
al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van
multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos
y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.
Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es también parte de la comedia humana.
Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es también parte de la comedia humana.
La
aventura del tocador de señoras retoma las enloquecidas aventuras
del innombrado protagonista de El misterio de la cripta embrujada y
El laberinto de las aceitunas, convertido esta vez en peluquero
ocasional, buscavidas incondicional y víctima de un engaño que le
obliga a investigar un asesinato para salvar su propio pellejo. Algo
más entrado en años, pero igual de estrambótico, nuestro héroe
abandona definitivamente el manicomio en el que lleva décadas
confinado, con la idea de encauzar su vida. No se espera de él que
resuelva enigma alguno, pero su destino le llevará a hacerlo.
Tampoco la ciudad que le aguarda es la Barcelona cambiante de la
transición o la todavía en ebullición de comienzos de los años
ochenta: nos encontramos en la resaca postolímpica, en un mundo que
se ha vuelto a la vez más turbio y más complejo, pero cuyas leyes
permanecen tan inescrutables para el improvisado sabueso como las de
antaño. Sin más recursos que los que le brinda un instinto que sin
él saberlo es el propio del pícaro, ha de encararse a una malla de
lianas invisibles, aunque mortíferas, que tejen un entramado de
crimen y corrupción. La aventura del tocador de señoras es una
narración delirantemente divertida, marcada por el contraste entre
el carácter hilarante de cada peripecia o detalle expresivo y la
dureza del retablo social que dibuja el conjunto. Tras un prolongado
silencio, Eduardo Mendoza regresa a la novela para alcanzar una de
sus cimas narrativas.
En
el siglo I, Pomponio Flato viaja por los confines del Imperio romano
en busca de unas aguas de efectos portentosos. El azar lo lleva a
Nazaret, donde el carpintero del pueblo va a ser ejecutado por la
muerte de un rico ciudadano. Muy a su pesar, Pomponio se ve inmerso
en la solución del crimen, contratado por el hijo del carpintero, un
niño candoroso y singular, convencido de la inocencia de su padre,
un hombre pacífico, pero que oculta un gran secreto.
«La
ballena» es el relato más cercano a las crónicas barcelonesas que
han hecho célebre al autor; «El final de Dubslav», ambientado en
África, es una narración de rotunda intensidad con un final
impresionante; y por último, «El malentendido» es una profunda
reflexión sobre la creación literaria y el difícil diálogo entre
clases sociales. En los relatos que comprenden este volumen hay
personajes que podrían calificarse de santos: no son mártires ni
anacoretas, pero son santos en la medida en que están dispuestos a
renunciar a todo por una idea, que cultivan sus obsesiones en su
relación con los demás.
Mauricio,
un dentista con ideales pero sin carácter, regresa a la Barcelona de
la transición. El azar le llevará a participar en la campaña del
partido socialista y a entablar una estrecha relación con dos
mujeres: la equilibrada Clotilde y Porritos, que le revelará los
aspectos más oscuros de su mundo. Como trasfondo, una Barcelona
ilusionada por los Juegos Olimpicos del 92 y mucho desencanto
político.
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